Ricardo Felipe Herrera

Abogado, especialista en régimen del Distrito Capital de Bogotá y magister en derecho con énfasis en derecho administrativo. Docente universitario con una experiencia profesional de cerca de 35 años con área de práctica como profesional independiente en régimen de los servicios públicos, derecho ambiental, régimen de contratación, arbitraje y amigable composición.

Ricardo Felipe Herrera

¿Cambio? La izquierda peor que la vieja clase política

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La extrema izquierda, representada por el Partido Comunista Colombiano (PCC) —fundado en 1930 y del cual surgieron en 1964 las FARC-EP como su ilegal brazo armado—, logró llegar al poder tras 92 años, de la mano del más incompetente de la izquierda —si es que lo es—: Gustavo Petro Urrego.

De cara a las elecciones de 2026, esa izquierda intentará conservar el poder apoyándose en la figura de Iván Cepeda Castro, hijo de Manuel Cepeda Vargas, quien fuera —no por coincidencia— secretario general del PCC. Vale recordar que este partido, junto con las FARC-EP, dio origen a la Unión Patriótica (UP) que hace parte de la coalición del Pacto Histórico, que en 2022 llevó a Gustavo Petro Urrego a la Casa de Nariño.

La relación de los señores Cepeda Vargas y Cepeda Castro con las FARC-EP —hoy conocidas como disidencias de las FARC— es más que evidente. En tiempos del primero se promovía la estrategia de la “combinación de todas las formas de lucha”, y de la cual él mismo terminó siendo una de sus víctimas. El nombre del segundo aparece mencionado en los archivos incautados al terrorista Raúl Reyes, quien lo refiere como “compañero” y destaca su papel como colaborador desde la “civilidad”. Cercanía que se halla reforzada por la férrea y pública defensa de Cepeda Castro al bandido Jesús Santrich. Pareciera seguir vigente esa “combinación de todas las formas de lucha”. 

La izquierda, por sí sola, no tenía ni tiene opciones reales de alcanzar el poder. Su llegada a la presidencia fue posible gracias a una perversa alianza estratégica bajo la consigna de “toconUribe” —todos contra Uribe—, impulsada por sectores de la izquierda nacional con aliados ideológicos en América Latina y el necesarísimo apoyo de la vieja y cuestionada clase política tradicional: figuras como Ernesto Samper Pizano —elegido con dineros del narcotráfico—, Juan Manuel Santos —vinculado al escándalo de Odebrecht—, y sectores del Partido Liberal y del Partido Conservador con intereses estrictamente personales para su propio beneficio. Hoy, Álvaro Uribe Vélez, recupera con creces su vigencia y poder político. La perversa estrategia en su contra se desbarató solita. 

El nuevo nombre que estos viejos políticos —como Roy Barreras, Daniel Quintero, Mauricio Lizcano, Juan Fernando Cristo, Armando Benedetti, entre otros— proponen para los incautos y desinformados, y que parece contar con la coautoría y el respaldo de Ernesto Samper y Juan Manuel Santos, es el “Frente Amplio”. A este proyecto de la nefasta politiquería tradicional aspira llegar el estruendosamente derrotado Iván Cepeda Castro, quién sus únicos logros es atacar fallidamente al presidente Uribe Vélez y ser amigo de las FARC.

Por su parte, Daniel Quintero, el repudiado ex alcalde de Medellín e imputado por corrupción, ha intentado meterse y a la vez evadir la consulta de la izquierda mediante engaños, producto de sus propios y errados cálculos políticos y jurídicos. En su intento por resguardarse, busca ahora, tardíamente un espacio directo dentro de la politiquería de ese Frente, organización a la que en realidad siempre ha pertenecido. Todo con el aval de Petro y el santismo que hoy cogobierna.

El fracaso del gobierno de Petro es innegable, y su incapacidad, al igual que la de su equipo —los mismos del “Frente Amplio”—  para gobernar no es nueva ni sorprende. Sin embargo, lo que sí resulta alarmante es la desidia extrema, el nivel de corrupción y la falta de amor por Colombia que evidencian todos. En 200 años de historia no hay antecedente siquiera parecido.

Cada integrante de este gobierno cargará con ese lastre político y moral para siempre. Más aún cuando, bajo el disfraz del “Frente Amplio”, intentan repetirnos la nefasta fórmula. Ningún cambio positivo puede esperarse de la elección de la misma clase política tradicional que ha gobernado —y mal gobernado— con Petro, acompañada por miembros de una izquierda incompetente y perezosa, como han demostrado serlo en los poderes Ejecutivo y Legislativo.

A Petro solo le queda —y claramente parece disfrutarlo— generar caos. Más cuando Uribe Vélez sale hoy victorioso y él derrotado en todos los frentes.  Bajo la mirada complaciente de Petro, Colombia está plagada de cultivos de coca y los delincuentes más peligrosos —los narcotraficantes y terroristas— se mueven con total libertad y actúan impunemente. La promesa de una paz total resulto ser otra falacia. La alianza de Petro con Maduro denota en esencia lo que él es: aliado de la delincuencia.

A Petro Colombia y la suerte de sus connacionales no le importa! Solo así se explica su afán de pasar de generar caos interno a hacerlo irresponsablemente frente a actores internacionales que lejos están de pasarle por alto sus agresiones y peligrosas ligerezas.

Nos corresponde desde ya a los colombianos reaccionar con firmeza y decisión frente a esta nueva dosis del perverso Pacto Histórico que nos están tratando de vender bajo el nuevo nombre de “Frente Amplio” con el auspicio taimado de Gustavo Petro, quién no parece haber olvidado la teoría de “combinar todas las formas de lucha”

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